El duelo

Alguna vez escuché a un hombre decirle a una mujer “escribí sobre algo más interesante como… la muerte”. Siempre me pareció un tema de la vida cotidiana, todos nacemos y todos morimos. Nunca le tuve miedo a la muerte, porque en fin, dejas de vivir y todo se termina (para vos). Cuando tenía 8 años, mi abuela falleció y quise ir a ver el velatorio, más bien, lo exigí. Me acuerdo ver el cajón y ponerme en puntas de pie para verla. Solo la veía durmiendo en paz. Nunca supe como el cáncer la carcomía por dentro. Mi padre no paraba de llorar, lo único que quería era que no llorase (en ese entonces, para mí, los hombres no lloraban). A los 15 falleció mi abuelo pero eso ya lo venía internalizando y era una persona mayor. Tenía la costumbre de que cuando nos daban la noticia que le quedaban días para vivir, yo soñaba que se moría y al día siguiente, descubrían que tenía más meses de vida. Un día volviendo de Mendoza, nos despedimos; y al llegar a Buenos Aires, él había fallecido a ese horario que apareció. Ya con él y mi la abuela materna, no me acerqué a sus cajones, prefería recordarlos vivos (con sus manías, las películas de Fred Astaire, la política, el exilio, el silencio). La muerte, para ese entonces, era algo natural. La primera vez que sentí un balde de agua helada en mi cuerpo fue al enterarme de la muerte de un compañero de clase a los 17. Revivo la escena imaginaria (que una vez me contaron) llevándose el cuerpo en una bolsa de basura (porque a eso quedas reducido) mientras dos amigas se abrazaban llorando. No lo lloré. No lo pude llorar. Solo seguí y no vi el impacto que produjo en la vida de cada uno hasta que cumplí los 26. Sin embargo, nunca nadie me preparó para la pérdida del primer hombre que amé. Él murió y el llanto fue inmediato. Algo se quebró y nadie me enseñó la tortura del vacío que dejó. Me preguntó quién era yo antes de conocer lo que es el duelo. Fueron meses de llorar y llorar y llorar. Me escapé para reencontrarme y aprendí a respirar cubierta en llanto. Me preguntó quién era yo antes de conocer el amor. Pienso en el amor y me pregunto si son solo químicos que van de nuestro corazon a nuestro cerebro. Pienso en el amor y quiero creer que significa algo más. Más todavía, pienso en la muerte y me preguntó si realmente llegué a entenderla.

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