Hablemos de ansiedad

Este último tiempo, los días fueron más grises que soleados. Hubo días soleados como siempre hay, o se supone que tiene que haber, pero hay días que la ansiedad gana. Ya luego de 7 años u 8 años de terapia, uno aprende a manejar la ansiedad, incluso mejor cuando se tiene varias crisis en el medio. Y salir de la ansiedad, se siente como volver a respirar después de correr tanto tiempo, como cuando corres asustada sin pensar (o así parece en las películas). Igual para mí, hay dos ansiedades, la que llamo la buena y la mala. La buena es hormigueo en las piernas, sos más consciente sobre ella, solo queres hacer tres mil cosas a la misma vez... sí, te estresas, dormís mal una noche pero con gimnasia y esfuerzo de uno mismo, la podes controlar. Después está la mala, a la mala le tengo miedo (cada vez menos). La mala es la que no te deja dormir por una semana, tus músculos se contracturan y te desesperas porque te controla ella. Es esa ansiedad que estás trabajando o con amigas y de repente, no podes respirar y todo se confunde y solo queres irte lo más rápido posible porque crees que te va a dar un ataque ahí. Es la que te duele todo, y te das un baño para calmarte pero no podes ni sentarte porque sabes que no te vas a relajar. Supongo que también ni tratas ya porque sabes como funciona. Son las bolsas debajo de los ojos que ya no podes ocultar, es verte agotada, cansada y un poco derrotada. Es la ansiedad en la que te repetis 1000 veces "todo va a estar bien" para que ningún otro pensamiento se entrometa pero que uno no lo cree. Es la que ya ni te soportas más, y queres cocinarte el cerebro así no pensas más. Es la desesperación en su forma más pura. Esos días lo peor que te puede pasar es estar con alguien que le importe muy poco y lo único que haga sea criticarte, como es el claro ejemplo de mi hermana, que lo ve como que estoy siendo dramática. Los últimos días empecé a creer más que iba a estar bien porque ya salí y aunque muchas veces no lo creí, porque no confiaba en mí misma, de alguna manera extraña, empecé a confiar en mí. Hay días más difíciles. Me di cuenta en ese momento que tuve que atravesar medio salón y estaba repleto de chicos, los que siempre me juzgaron, y caminé enfocada y sin temor a buscar algo. Fue poder volver a salir con alguien después de mucho tiempo y no sentir un miedo terrible de la incertidumbre y sentir que tu voz tiembla y tus manos también y te pones roja. Y es entender que hay ciertas cosas hay que dejar de sostenerlas tan fuerte con las manos y a su ritmo, dejarlas ir.

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